martes, septiembre 29, 2015

Capitulo 1: LA GENESIS DEL CAMINO.

…”Te amo tanto que sin ti no soy nada, cuando tú no estás a mi lado siento que me falta una parte importante de mi… no quiero que nunca te vayas de mi lado… alimentaremos las palomas en la plaza cuando seamos viejitos los dos?, tu a mi lado afirmando mi bastón y yo arreglándote la bufanda para que no te resfríes… prométeme que nunca me abandonarás, eres el hombre de mi vida, te amo y te voy a amar para toda la vida, hasta que yo me muera”…

Esas fueron las últimas palabras que Rodrigo dijo en vida, que paradójico ¿no?, nos besamos intensamente y lento con una sonrisa maliciosa se destapó para salir de la cama con un ademán de pasarela, haciendo sus cómicas muecas que tanto odiaba y hoy extraño. Caminó lento y pausado mostrándome sus hiperlaxo cuerpo en dirección al baño, lo último que vi fue su mano despidiéndose de mi para luego oír la puerta del baño cerrar.

A las siete con cuarenta y cinco de la mañana abrí los ojos, la luz aún prendida, lo busqué a mi lado y no estaba, fui al baño corriendo; la luz estaba prendida. Abrí la puerta y ahí estaba tendido en el suelo. Lo tomé en mis brazos le di golpes en las mejillas sin respuestas. Llamé a la UCI y me atendió uno de sus colegas médicos. Nadie me entendía, apareció su madre y gritos salían de ambos pero algo retumbó en mi mente… “Que le hiciste a mi hijo, que le hiciste a mi hijo por la cresta”, mientras, me atendió Patricio el teléfono y me dio indicaciones de resucitación, parecía autómata; su madre igual lo intentó. Continué al teléfono con un enfermero mientras venía la ambulancia para acudir al llamado de urgencia.  A cada masaje cardíaco sentía que lo perdía, pedía a gritos que despertara, no sabía qué hacer, Rodrigo no se movía no respiraba. Aún cansado seguía masajeando su pecho y de pronto alguien me sacó de encima.  Paramédicos, 4 médicos y  no recuerdo cuantos enfermeros. Montaron una uci de emergencia en mi habitación, sacaron el cuerpo del baño y lo llevaron al dormitorio, yo solo veía jeringas, sondas, monitores, suero, alguien sobre él masajeando su pecho y aún así no despertaba.

Alguien que salvara tantas vidas no podía morir, alguien que dedicó toda su vida a los pacientes, a los más necesitados no podía irse así…

…”cuando yo me muera no quiero que me pongan nada de máquinas, no quiero que me reanimen… me gustaría morir en una muerte inmediata, sería horrible un accidente, ojalá que durmiendo, así nadie se da cuenta…”

Rodrigo se hubiera enfadado mucho con todo el esfuerzo que hicieron sus colegas y su gente, nunca conocí un médico más comprometido con la medicina, un médico que se esforzó porque todos los merecedores de los conocimientos recibieran ayuda… “…no me gusta la gente ignorante que hace estupideces”… pregonaba cuando alguien hacía malos procedimientos, decía no tener paciencia para enseñar, pero muchos deben sus conocimientos a su especial manera de aprendizaje.

No podía partir así. Estaba sentado en la cama de su madre llorando y con la mirada perdida, del brazo de Mariela quién me calmaba diciendo que debía confiar en la gente que lo reanimaba; yo contestaba que era tarde, que Rodrigo no hubiera querido todo esto. Lloraba ya su perdida y escuchaba los desesperados susurros de quienes intentaban salvarlo, entraba mucha gente a mi habitación, algunos corrían buscando medicamentos otros se daban indicaciones que no entendía todo era extraño y doloroso a la vez. Uno de sus enfermeros, Leonardo, aparece frente a mi diciendo “…lo siento…” me abraza y mi desconsuelo saltó a escena.

Recorrí en un segundo trece años de viaje, de amor y compañía. Fui al dormitorio y ahí estaba tendido en el suelo sin ropa y  una brisa matinal que entraba desde el ventanal estaba helando su cálida desnudez. “… déjenme solo por favor, déjenme solo…” pedía casi sin habla. Teresa una de sus enfermeras, sacó a todo el mundo y se quedó conmigo, tome el cobertor de la cama y lo arropé, le saqué todo lo que tenía, jeringas, sonda, mariposas, limpié su rostro y sequé su cuerpo.

Lloré intensamente, grité, susurraba palabras inentendibles, quería golpearlo para que despertara pero sentí que estaba perdiendo el control, besé sus labios y estaban helados, seguía secándolo y repitiendo “…gordo, que hiciste, que pasó, no me dejes solo, seremos viejitos pero no te vayas por favor, no me dejes…”. Quería quedarme ahí por mucho tiempo más, pero no pude, estaba su madre y su abuelo con nosotros y debían despedirse de él pero yo no quería moverme de ahí, no sé cuánto tiempo pasó pero no quería dejarle solo. Alguien me dijo que había que hacer llamados y otras cosas más y tomé su mano por última vez y me puse de pie sin objetivo ni horizonte.

Llantos y gritos abundaban, el personal de la ambulancia y quienes llegaron a casa todo el mundo estaba igual, no sé qué pasaba en mi mente, solo caminaba de un lado a otro. La gente me daba la mano me abrazaba y no entendía nada, solo caminaba y lloraba. Se fue mi “gordo”… como el quería, durmiendo y en paz; maldiciones salían de mis labios, algunas cosas no las recuerdo todo pasó muy rápido, hice un par de llamados a amigos para que estuvieran conmigo, llegaron de inmediato Sebastián y Gustavo. José Manuel su mejor amigo viajó de inmediato desde santiago.

Llegaron los carabineros a realizar el parte policial… “hombre blanco 40 años 1,60 estatura fallecido por paro cardiorespiratorio en el baño de su casa, lo encontró SU HERMANO”… no sé porque dije eso, siempre decía eso para que la madre de Rodrigo no pasara vergüenzas, (en cierta ocasión estando ella presente dije que éramos hermanos para que ella se quedara tranquila, no sé si eso lo valoró algún día). Un carabinero se plantó en la puerta de mi dormitorio para que no pasara nadie, la escena triste donde me quitó minutos importantes para estar a su lado me angustió mucho.
Luego el servicio médico legal llega con una bandeja de acero inoxidable y un saco azul de plástico para depositarlo dentro.

No hay nada más indoloro y  repudiable que una camioneta reacondicionada pusiera el cuerpo de Rodrigo en esas bandejas heladas y lo paseara por no sé dónde, antes de entregar su cuerpo en la morgue donde le harían autopsia, seguí los pasos de la camioneta hasta la salida y comencé a comprender que no estaba, que de pronto estoy solo y el gordo no volvería a mi lado.

Te siento, te extraño, te hablo en la oscuridad, escucho tus canciones, leo tus indicaciones médicas en uno de los tantos apuntes que pude rescatar, me haces falta y a la vez mucho daño, todo lo que vino después ha sido un martirio sin tu presencia, no sabes lo que me duele sentir tu ausencia y seguir caminando. Creerás si te digo que me falta tu sonrisa matinal y tu reprimenda cuando despierto con sueño?... ay gordo, quién me rascará la espalda como tu sabías hacerlo, quién me pedirá un café, quién negociará un cariñito por un tazón de té. Días noches y lágrimas pasan como luciérnagas en temporada. Dame una tregua para odiarte, para ir a tu lecho y repasar una a una las cosas que tengo para decirte. Dame un respiro para no llorarte por amor, deja que me ahogue en mis lágrimas sin que sienta que estas a mi lado. Todo fue tan rápido y frio, pero ahora comienzo a caminar otra vez y perderte dos veces en mi vida es mas que doloroso.